bullying niña Cp

Por Patricia Peyró

Hace pocos días supimos que una escuela en Barcelona había sido condenada a pagar la cantidad de 50.770 euros por el acoso escolar padecido por un joven hace casi diez años. Cada cierto tiempo nos estremecemos escuchando o leyendo una nueva noticia acerca del suicidio de algún adolescente a causa del “bullying”, vocablo inglés con el que estamos muy familiarizados, y que sirve para designar el acoso entre iguales.

El acoso, ya sea en su versión “tú a tú”, o cuando se produce en el ámbito de internet y pasa a llamarse “ciberbullying” constituye una “realidad incómoda” para todos los implicados (colegios, padres de los acosadores, padres de los acosados…), y con frecuencia tiende a ocultarse o a minimizarse cuando se detecta. Sin embargo, cada vez se toma más en serio cuando el problema se “monetiza” y porque la ley ya se pone de parte del “acosado”, que ha dejado de ser un “llorón” para convertirse en víctima con derechos y con protección institucional.

Bullying CP

La magnitud del fenómeno es muy difícil de consensuar, puesto que precisa de estudios longitudinales y transversales de larga duración, y porque se aprecian diferencias en función de que se mida el haber sido “acosado” versus haber sido “acosador” en algún momento de la vida del encuestado. Es, no obstante, una materia de interés institucional en muchos países del mundo por su alta prevalencia, dadas las graves consecuencias que tienen para el menor, así como por la dificultad de su detección inicial y de su abordaje posterior.

Los casos extremos pueden llevar al suicidio

Uno de cada cinco niños sufre algún tipo de acoso a lo largo de su vida.

Justin W. Patchin, investigador y autor de Cyberbullying Prevention and Response, indica que la mayoría de los estudios estiman que entre el 6% y el 30% de los adolescentes han experimentado algún tipo de cyberbullying, siendo esos datos consistentes con sus investigaciones de los últimos diez años. Concluye que uno de cada cinco niños sufre o padece cyberbullying a lo largo de su vida. Una cifra que asusta si sabemos que, en casos extremos, puede conducir al suicidio.